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Violencia

 

La violencia puede ser psíquica o física y ocurre en todas las clases sociales.

 

La misma se caracteriza por una persona que abusa de su poder, contra un miembro de la familia. El abuso es aquel que ocasiona daño físico y psicológico, se puede dar por la acción u omisión, y se da en un contexto de desequilibrio de poder.

 

Para que esta se establezca la relación de abuso debe ser crónica, permanente y periódica, refiriéndonos a distintas formas de relación abusiva que caracterizan un vínculo familiar.

 

Las principales características que puede presentar una familia que sufre violencia intra familiar son:

 

  • Sus miembros interactúan rígidamente, no pueden adoptar, aportar su propia identidad;

 

  • Presentan un debilitamiento de sus defensas físicas y psicológicas, lo que conduciría a un incremento en los problemas de salud. Muchos padecen de depresión y enfermedades psicosomáticas;

 

  • Disminución en el rendimiento laboral. En los niños tienen problemas de aprendizaje, trastornos de personalidad.

 

 

 

Concepto

 

La violencia es la coacción por el cual una de las partes o un tercero lleva a la otra con la finalidad de vencer su resistencia y de consentir la celebración de un acto jurídico.

 

La coacción es la fuerza o violencia que se hace a una persona para precisarla que diga o ejecute alguna cosa. En este sentido el empleo de la coacción origina múltiples consecuencias de orden civil, ya que los actos ejecutados, bajo coacción adolecen del vicio de nulidad.

 

Se diferencia diametralmente de la coercibilidad (empleo habitual de la fuerza legítima que acompaña al Derecho para hacer exigibles sus obligaciones y hacer eficaces sus preceptos.) La coercibilidad significa la posibilidad del uso legítimo y legal de la fuerza para su cumplimiento de la ley.

 

La violencia representa un acto atentatorio contra la libre voluntad de las personas en la realización de los actos jurídicos, por lo cual es causa de su nulidad.

 

 

Introducción de violencia intrafamiliar

 

En la década de 1970 las feministas analizaron el alcance de la violencia doméstica (considerada como un fenómeno exclusivamente masculino) y se crearon centros de acogida y de ayuda para las mujeres maltratadas y para sus hijos. La violencia doméstica también está relacionada con los niños maltratados (muchas veces, aunque no siempre, por abuso sexual) y con acciones verbales y psicológicas que pueden ser cometidas tanto por mujeres como por hombres.

 

Algunos autores buscan el origen de los conflictos subyacentes a la violencia doméstica en las rutinas del hogar adaptadas a una fuerza de trabajo exclusivamente masculina, que ha dejado de monopolizar los ingresos económicos de la familia con la incorporación de la mujer al trabajo, la pobreza y la escasa movilidad social.

 

A lo largo de la historia, el patriarcado, según el movimiento feminista, ha puesto el poder en manos de maridos y padres en cualquier relación conyugal o de pareja. El suttee entre los hindúes (que exige que la viuda se ofrezca en la pira funeraria de su marido), el infanticidio femenino en la cultura china e india dominadas por hombres, los matrimonios concertados entre los musulmanes, que pueden llevar al asesinato o a la tortura de la mujer, y la esclavitud doméstica en el nuevo hogar indican la presencia endémica de sexismo y violencia doméstica masculina.

 

Se desconoce si este tipo de violencia es un fenómeno en alza o en baja, incluso en países donde hoy existe un mayor número de denuncias y de registros que en épocas anteriores. Por un lado, es probable que haya una mayor predisposición a denunciar estos hechos al existir una mayor independencia femenina, más oportunidades de trabajo fuera del hogar, mayor conciencia feminista y más posibilidades de anticoncepción. Por otro lado, la motivación para la violencia es menor al existir una mayor libertad de elección de compañero, menos matrimonios forzados y una mayor emancipación de la mujer en cuanto a propiedad, estudios y divorcio. Ninguno de estos elementos puede ser evaluado con exactitud. La tecnología de la información actual ayuda a recopilar datos, pero en cambio resulta difícil conocer los procesos y los antecedentes. Algunas feministas radicales opinan que es la familia la raíz del problema y que la solución está en liberarse del hombre, mientras que en el extremo opuesto otros opinan que la mujer debe limitarse a su papel de ama de casa y madre.

 

Aunque no puede afirmarse que toda la violencia sea cometida por hombres, sí ocurre así en la mayoría de los casos. A veces son el padre y la madre juntos quienes cometen las agresiones, como en el caso de malos tratos a los hijos. La patología del maltrato infantil, desgraciadamente, no tiene fin.

 

El fratricidio, asesinato de un hermano, también ha sido un hecho frecuente en las sociedades con derechos de primogenitura. Las herencias de coronas y títulos y las herencias de propiedades han dado origen a fraudes y asesinatos. Los hermanos varones, que han constituido a veces grupos de venganza en sociedades poco estructuradas, aún siguen operando en el mundo de la mafia y en círculos criminales.

 

 

Elementos

 

a) La violencia puede ser ejercida por una persona sobre otras de modo material o moral.

 

b) En el primer caso, la expresión equivale a fuerza, y en el segundo, a intimidación.

 

 

Clases

 

Una es la violencia física, hace lo que no quiere hacer. Consisten en el empleo de procedimientos materiales de violencia. Por ejemplo le agarran la mano y le hacen firmar. Aquí no hay voluntad. Es raro. Pero si se diere la ley debe venir en auxilio y protegerlo contra las consecuencias perjudiciales del acto. El derecho debe permitir al afectado la anulación de ese acto.

 

La otra clase es la violencia moral que se traduce en una amenaza de hacer valer una vía de derecho. Consiste en hacer saber a la víctima que si no consiente sufrirá un daño mayor.

 

 

Caracteres de la violencia

 

Para que la violencia vicie el consentimiento debe ser de tal naturaleza que pueda impresionar a una persona razonable y le haga temer exponerse o exponer sus bienes aun mal considerable y presente. Se tendrá en cuenta la edad y la condición de las personas.

 

 

Así, debe ser:

 

 

Ilícita

 

La violencia no debe ser tolerada por el ordenamiento jurídico. La amenaza jurídica se convierte en violencia cundo se trata de sacar ventaja injusta. El uso o la amenaza de hacer valer una vía de derecho sólo invalida el consentimiento cuando está dirigida a conseguir ventajas injustas.

 

 

Gravedad

 

La medición de la gravedad de la violencia la debe realizar el juez. En abstracto al principio, en concreto al final del proceso. En abstracto la violencia debe impresionar al ser humano término medio. En concreto se analiza si impresiona al sujeto y si causó daños.

 

 

Determinante

                       

La amenaza se convierte en violencia cuando es la única causa por el cual expresa su voluntad.

 

 

Temor reverencial

 

Es la exageración desmedida del respeto y consideración entre personas que posicionan social o laboralmente en un diferente orden jerárquico.

 

Suele verificarse en los descendientes respecto a sus ascendientes, o en los subordinados respecto de su superior jerárquico, o bien entre cónyuges.

 

El solo temor reverencial, sin que se haya usado violencia, no invalida el consentimiento. La realización de los actos jurídicos motivados por el temor reverencial no suelen ser susceptibles de la acción de nulidad.

 

 

La violencia social en la historia

 

La violencia, sea ésta natural o humana, ha presidido permanente la vida del planeta. Nunca, en toda nuestra existencia como especie, hemos podido soslayarla o dominarla. Todavía más: somos hijos de ella y como buenos hijos la practicamos y la usamos cuando lo creemos necesario.

 

Mas, el reconocer la filialidad no implica aceptarla mansamente y sin reparo alguno. Especialmente cuando la misma pueda inducir al suicidio de la especie, como amenaza ocurrir en nuestro tiempo.

 

Sin embargo, y a pesar de esta descarnada realidad, el hombre siempre pensó en la paz y creó la cultura para enfrentar a las violentas fuerzas de la naturaleza como asimismo su propia violencia. Trabajó y trabaja denodadamente para conseguir la tranquilidad y el descanso que le permita gozar plenamente de la vida. En la realidad en que se mueve, empero, se ve obligado a dialogar con fuerzas y poderes violentos que tensan su voluntad y decisión obligándole a responder con extrema violencia los desafíos que le presenta la vida. No obstante ello, siempre deseó un mundo apacible. A tal extremo se dio esta obsesión que en los períodos de su historia más violentos y hostiles que vivió, no vaciló en imaginar paraísos terrenales donde la violencia no existía. Ámbitos donde las fuerzas de la naturaleza no aterraran con su potencia y espectacularidad; hombres y pueblos que no se agredieran con una ferocidad increíble; enfermedades y tragedias individuales que lo desconcertaban y lo sumían en un dolor infinito. De ahí su necesidad de escapar a tan terrible e ineluctable realidad, creando fabulosos reinos de paz y bienaventuranza, o creyendo en la existencia de tiempos pasados bellos, apacibles y felices sin mácula de dolor. Y así imaginó la Edad de Oro, que nunca consiguió -hasta hoy- corporizarla en una realidad tangible.

 

Mas, el hombre-animal obstinado, recio e indomable, sobrevivió sobre sus circunstancias hostiles; más aún: se expandió con fuerza incontrastable por toda la tierra habitable, bien dispuso de los elementos adecuados para su despliegue y haciendo gala de una plasticidad genética única ocupó todos los ámbitos geográficos con rapidez sorprendente.

 

En su camino, la violencia de los diversos medios seguramente lo agredieron con saña y si bien caían no pocos individuos, su marcha no se detuvo hasta cubrir el planeta virgen.

 

En esta primigenia epopeya realizada por la especie humana, está la demostración palpable que supo imponerse a la violencia objetiva, a la violencia del mundo que le rodeaba y que muchas veces cegaba su vida. Mas, el propio hombre -como hijo de la violencia natural- advirtió desde muy temprano que contenía en su propio cuerpo una incoercible fuerza que lo tornaba violento y lo habilitaba para tornarse destructor y deletéreo.

 

La lúcida conciencia que el hombre siempre tuvo acerca de su estrecha filialidad con la violencia, hizo que éste la observara con extrañeza unas veces, miedo otra veces y hasta una inexplicable curiosidad e interés por la fuerza que anidaba en su naturaleza y en el mundo.

 

En realidad, nunca dejó de observarla, aun cuando no encontrara respuesta satisfactoria; para conjurarla inventó divinidades sin cuento, representándola de las más distintas y caprichosas maneras. Todas las religiones dan testimonio de ello; todas las creencias y visiones humanas la vistieron de los rostros más caprichosos, aunque siempre relacionados con las experiencias propias de cada grupo, tanto en lo relativo a sus observaciones sobre el medio circundante como a su propia vida interior. Sería interminable la tarea de describir las visiones que despertó la violencia en el sentimiento de los hombres.

 

Por eso, desde los albores de la vida civilizada, los hombres no sólo se conformaron en describirla en miríadas de monumentos tanto literarios como arquitectónicos y estatuarios, sino someterla a un estudio y observación cada vez más profundos. La experiencia humana, cuando estuvo en condiciones de llevar a cabo dicha indagación, ya estaba pletórica de conocimientos; mas, resúltale extremadamente difícil abarcarla en toda su realidad y dimensión y mucho más procurar alguna solución para dominarla absolutamente.

 

A pesar de todo, los seres humanos no están tan desamparados e inermes frente a un fenómeno que está ahí, en y frente a sus vidas. Existe una gran cantidad de hechos, en que todas las interpretaciones e indagaciones individuales y sociales, coinciden en la posibilidad de someterlos a un estudio objetivo, reductibles a un análisis profundo y veraz; hechos con características identificables y con sus manifestaciones abiertas.

 

Esto no quiere decir, sin embargo, que tales indagaciones, por más "objetivos" que pretendamos reconocerles no guarden en su interioridad una buena dosis de natural y -podríamos decir- inevitable subjetividad; pero, aun en su perspectiva comprometida, no dejarán -en todos los casos- de ser un aporte a la dilucidación de la naturaleza de un fenómeno natural que preocupa - y mucho- al género humano.

 

Consiguientemente, el estudio de la violencia en nuestros días se torna indispensable, por lo que la adopción de una metodología adecuada, se impone necesariamente:

 

1. Al abordar su estudio, prioritariamente es preciso dirigir el examen hacia el concepto mismo de "violencia" y el ámbito de acción en que se ejerce. Determinar, con la mayor precisión posible, a qué violencia aludimos -la violencia "objetiva" (extrahumana) o la violencia humana o si deseamos inquirir sobre los fundamentos últimos de la violencia como realidad metafísica. Sea cual fuere nuestro enfoque no podremos escapar de la condición relativa de nuestro aporte, aunque no menos valiosa que aquellas otras construcciones intelectuales pretendidamente totalizadoras.

 

2. El análisis del concepto "violencia" debe ser riguroso, dotado de la mayor cantidad de variables que eventualmente podrían converger para dilucidar su significado. En este sentido,-como manifiesta Michaud (1989: 20/22).- debemos advertir que "las variaciones, las fluctuaciones y finalmente, la indefinibilidad de la violencia constituyen positivamente su realidad".

 

3.   Esta variabilidad del hecho violento dentro del mundo social, si bien pueden incorporar elementos que enturbien y desorienten el análisis, no deben impedir en ningún momento la determinación de las coordenadas básicas de tiempo y lugar dentro de las cuales debe encuadrarse cualquier situación de violencia.

 

4.   Encuadrada por dichas determinaciones temporo-espaciales, la indagación debe ser rigurosa tanto en profundidad como en extensión. Un acto de violencia básicamente es un hecho social que no sólo posee un presente, sino también un pasado, un antecedente, una historia... El conocer este "filum", enriquecido con la mayor cantidad de facetas incorporadas, constituye un invalorable conocimiento para la apreciación correcta del hecho violento mismo.

 

 

Igualmente acontece con su extensión. El área de influencia de sus efectos, permitirá al investigador enhebrar las sutiles vinculaciones sociales que el hecho violento ha establecido, no sólo con otros hechos sino igualmente con otros aspectos -quizá no violentos- de la vida social.

 

5. Por consiguiente, al indagar la violencia social de un período histórico determinado o ámbito territorial escogido, el análisis debe ser integral, abarcando con preferencia los aspectos sociales objetivos (v.gr.económicos, políticos, sociales, etc.) como asimismo las motivaciones individuales que participaron en la configuración del hecho de violencia de referencia.

 

En el caso de éstas últimas, precisar con la mayor exactitud los intereses en juego que las dinamizan, como también las concepciones culturales (ideologías, etc) que las impulsan.

 

6. No deja de ser frecuente en algunos análisis, especialmente de carácter retrospectivo, advertir que los actos de violencia eran estudiados restrictivamente, esto es, sin tomar en cuenta el contexto ni los antecedentes históricos de los mismos. Este proceder, sin embargo debe ser modificado, reemplazándolo con una indagación lo más amplia y variada posible, precisando las fuentes y las circunstancias sociales de la manera más completa que pueda ser posible. No sólo los testigos contemporáneos deben ser requeridos para escuchar sus versiones, sino también todas las disciplinas auxiliares del análisis histórico.

 

Los discursos sobre la violencia se dan siempre en cada cultura y en tiempos históricos distintos, desplegados desde perspectivas disímiles y variadas como pueden ser los criterios clasistas, socio-céntricos, individualistas, etc. u otros marcos referenciales de confrontación intro, inter o extrasociales.

 

Todas las culturas del mundo, por explicitación u omisión, suelen elaborar discursos sobre la violencia social, especialmente si esas culturas reflejan genuinamente sus realidades externas e internas en el ámbito en que se manifiestan.

Los discursos sobre la violencia social o individual, pueden reconocer cualquier vertiente de manifestación, sean éstas escritas o transmitidas oralmente. Las sociedades acuitadas oralmente. Las sociedades ágrafas también registran en sus culturas, discursos relacionados con la violencia tanto en el plano individual como en el plano social. Con mayor razón si nos referimos a las tradiciones culturales escritas. En este sentido bien vale la pena mencionar los conceptos de G. Guthman (1991:20-21):

 

"Discursos de violencia en un sentido amplio, son todos los textos religiosos, como la Biblia, El Corán, la Ilíada, el Popohl Vuh, etc. y otros tantos monumentos literarios. No es necesario que tales discursos no inciten directamente a la violencia: basta que divida a los seres humanos entre réprobos y elegidos o ponga en práctica criterios para su discriminación. Tanto en los tiempos antiguos como en los contemporáneos estos discursos casi constituyen la mayoría de los que se consumen en nuestras sociedades. Las Ciencias Sociales, por ejemplo, registran por millares discursos que establecen pautas discriminatorias y excluyentes."

 

Sin embargo, cuando nos enfrentamos con los fenómenos que suponemos son violentos, no podemos evitar una cierta desazón suscitada por la polisemia del concepto que nos hace muy difícil constreñir en una definición tal variedad de fenómenos.

 

Claro está que ésta es una toma de posición absolutista; si por el contrario abordamos el concepto y las realidades observadas con un criterio relativista, bien podríamos afirmar que no hay fenómenos de violencia sino sucesos a los cuales se le atribuye "violencia", y que la asignación de tales criterios no siempre son formulados o concebidos claramente.

 

Ello se debe, como es fácil de advertir, a los diversos tipos de violencia y a los distintos escenarios donde puede manifestarse, llámense naturaleza, agrupaciones sociales o ámbitos individuales. Agréguense todavía las coordenadas de espacio y tiempo que otorgan la dinamicidad y densidad necesaria para lograr configurar una realidad social única.

 

La dificultad de asignación, entonces, es evidente y de alguna manera, bastante aleatoria, lo que nos acerca al campo de los juicios de valor.

 

 

Familia

 

Cuando un hombre y una mujer conforman una pareja se produce el encuentro de las historias individuales. Cada uno llega con un bagaje propio de valores y creencias acerca de los conceptos de "familia", la suma de ciertos procesos críticos acaba con el funcionamiento coherente y equilibrado. Es en estos momentos cuando se empiezan a desdibujar la identidad de la familia. Sus miembros actúan de modo desorganizado, se produce una distorsión de la comunicación, los valores y creencias se cuestionan. Aparecen situaciones que exceden los límites de la tolerancia, los integrantes han entrado en crisis. La misma se caracteriza por estados de confusión, desorganización. Los chinos describen la palabra crisis con dos ideogramas: uno significa "peligro" y el otro "oportunidad". El peligro, ésta en soluciones que llevan a la perdida y la oportunidad está en la posibilidad de encontrar alternativas válidas que conduzcan al crecimiento. Por ello podemos decir que toda crisis es una oportunidad que encierra peligro. Aparece aquí el conflicto, es decir factores que se oponen entre sí, aunque el conflicto se encuentra en cualquier interacción humana y hasta es inevitable, lo importante para tener en cuenta es el "método" utilizado para su resolución.

 

Uno puede ser mediante la puesta en juego de conocimientos, aptitudes y habilidades comunicativas, y otro mediante el ejercicio del poder y de la autoridad.

 

 

Conflicto familiar o violencia intrafamiliar

 

Es necesario distinguir entre conflicto familiar y violencia intrafamiliar. Comportamientos normales como discusiones, peleas, controversias no conducen necesariamente a comportamientos violentos. Para que una conducta se considere como violenta debe tener el requisito de la "intencionalidad", la intención por parte del agresor de ocasionar un daño. La violencia implica el uso de la fuerza (psicológica, física, económica) para producir daño, siendo considerada una forma de ejercicio de poder. El término violencia intrafamiliar, alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre miembros de la familia, la relación de abuso es aquella en la que una de las partes ocasiona un daño físico y/o psicológico a otro miembro, ya sea por acción o por omisión. La relación de abuso debe ser crónica, permanente y periódica para ser considerada violenta. A partir de estudios estadísticos se observa que el 50% de la población sufre o ha sufrido alguna forma de violencia intrafamiliar. Las personas sometidas a situaciones de violencia intrafamiliar presentan un debilitamiento de sus defensas físicas y psicológicas, con desvalorización, incremento de problemas de salud, muchos padecen de depresión o enfermedades psicosomáticas, y deseo de morir, con disminución marcada de su rendimiento laboral. En los niños y adolescentes aparecen: problemas de aprendizaje, trastornos de la conducta y problemas interpersonales. Los niños que fueron víctimas de violencia o que se criaron dentro de este contexto, tienden a reproducirlos en sus futuras relaciones. 


La violencia puede estar dirigida a distintos integrantes de la familia: pareja, hijos y padres. Siendo los ancianos y discapacitados más vulnerables.

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